Por tanto, los espacios se encierran unos dentro de otros en una especie de expansión concéntrica que deriva hacia la pregunta sobre cuál es el gran espacio que lo envuelve todo o que todo lo contiene. En referencia a ello, se cuestionan las fronteras entre la figura y el espacio que la rodea. En este sentido, un cuerpo o cosa tiene lugar si está envuelto por otro cuerpo o cosa, de forma que se pueden ver los objetos en el lugar, pero nunca el lugar en sí mismo.
El espacio-lugar constituye así el mundo, en cuanto que lo produce, lo ordena y significa mediante signos de referencia. Sobre estas nociones, se crea un cubo perceptual dentro de otro cubo también visualmente apreciable. La intención es construir dos cubos que psicológicamente tengan un peso visual y ocupan un lugar concreto y estático en la sala, con el fin de discutir acerca de cual equivale a figura y cual a espacio o si ambos están vinculados con uno de los dos términos. Dado a que ambos cubos están compuestos únicamente por la delimitación de sus aristas por punteros láser, habitan en el espacio expositivo de una manera intangible pero visualmente apreciable. Con estas líneas de luz, se delimita un espacio a la vez que se crea una figura. Si se considera el cubo pequeño como la figura que habita en el espacio delimitado por el grande, ambas formas geométricas pertenecen a un contenedor mayor configurado por el espacio expositivo.